La primavera se ha instalado a vivir en la perla del Atlántico, en el jardín flotante que conforma Madeira, la isla de los acantilados, de las altas montañas, las sendas naturales y las piscinas excavadas en la roca.
Situada a casi mil kilómetros de la costa occidental europea, Madeira es conocida por su vino, sus flores y sus paisajes naturales en los que el mar y la montaña viven en armonía; a lo que hay que sumar la eterna primavera, que hace que el clima, junto con la hospitalidad de los madeirenses, hagan de la región un lugar ideal para desconectarse del mundo y conectar con uno mismo.
Destaca, de este oasis en mitad del Atlántico, los verdes bosques de laurisilva, nombrados Patrimonio Mundial de la Unesco; las orquídeas de la sierra, especie única en el mundo; y una fauna excepcional de su Parque Natural, clasificado Reserva Biogenética. Todo ello ofrece al visitante numerosas rutas de senderismo, miradores espectaculares desde los cuales admirar el paisaje o las aves, actividades deportivas, experiencias rurales y planes costeros en sus playas de agua cristalina.
No hay que olvidar la gastronomía y enología. La abundancia de producto fresco en los mercados hace de Madeira un destino para disfrutar con los cinco sentidos.
Merece la pena conocer los diversos museos y monumentos de la ciudad, y las galerías de arte que presentan obras de artistas nacionales e internacionales. Y es que Madeira ofrece múltiples actividades de cultura, gastronomía, ocio, la posibilidad de visitar sus magníficos jardines, hacer compras, perderse por sus plazas y sus pintorescas calles con aceras de calzada portuguesa o, simplemente, disfrutar de apacibles momentos en las terrazas de los cafés.